Nohemí, de 57 años de edad, está satisfecha como madre porque uno de sus hijos es abogado y otro estudió Educación Física, mientras que una de sus hijas es maestra, otra ingeniera en Informática y la otra será psicóloga.
Por María Montijo
Hermosillo, 14 de diciembre (Proyecto Puente).- Nohemí Calderón Zuira no pasa un segundo quieta. Camina de un lugar a otro atrás de su carreta de “dogos” situada en Monterrey y Plutarco Elías Calles, del Centro de Hermosillo, mientras atiende a los amantes de esta tradicional comida.
Luego revuelve la cebolla hasta quedar tostada, para que quienes así lo deseen, coloquen este sabroso alimento encima de la salchicha, tomate, lechuga, salsa bandera y guacamole, ingredientes que vienen dentro del pan aún tibio.
La comerciante originaria de Mexcaltitán, una isla de Nayarit, tiene 35 años vendiendo hot dogs en el Centro, por una importante razón: sacar adelante a sus cinco hijos, cuatro de ellos profesionales y una estudiante de preparatoria.
“Pues al principio no quería (vender hot dogs) porque no sabía, pero ya agarrando el rol… Todos mis hijos tuvieron carrera, salió para la carrera de los chamacos (sonríe). Me gusta mi trabajo, es algo que mucha gente quisiera”.
“Hay gente que dice me voy a meter de “hotdoguero” porque se gana más que un licenciado (risas). No te creas, digo, pero es bien pesado también”, mencionó la amable comerciante.
Nohemí, de 57 años de edad, está satisfecha como madre porque uno de sus hijos es abogado y otro estudió Educación Física, mientras que una de sus hijas es maestra, otra ingeniera en Informática y la otra será psicóloga.
Vive en la colonia Cerro de la Campana y es fiel ayudante de su esposo que también atiende la carreta de hot dogs, un negocio que abre desde las 8:00 hasta las 18:00 horas de lunes a sábado y de 8:00 a 15:00 horas los domingos.
La comerciante recordó sus inicios en este trabajo, cuando debía aprender a preparar el apetitoso platillo, pues ya no concibe la idea de quedarse en su casa sin salir a elaborar los “dogos” hermosillenses en el Centro de la ciudad.
“Yo por ayudarle a mi esposo porque él es el que trabaja en la mañana y yo le ayudo en la tarde. Ya me acostumbré a venir a ayudarle todos los días, para mí es un trabajo normal como cualquier otro, me imagino yo. Sí me gusta desempeñarlo y ahorita ya me encanta”, finalizó.